Monday, January 12, 2009
Diez compas de Baja California pudimos ser cómplices en tiempo y espacio del rugido de la selva al cambio de su piel. Un tiempo remoto se reflejaba juguetón en el río Grijalva, dibujaba en papel amate un nuevo código para descifrar la rabia escondida entre la piel de un jaguar negro y las plumas del quetzal. En Azcapotzalco los últimos días del año. Entre las conferencias, los conciertos; la banda, los de abajo, los de pelo verde y el puño izquierdo en alto. Diversas geografías oteando al sureste, esperaban
la voz de mando para volar a diferente cielo, a diferente primavera, con musgos y ceibas
grafiteando al silencio que ya se quitaba su mascara ancestral; mientras tanto el polvo de una danza posmodernista dibujaba en el cielo azul, sin nubes albureras, el ritmo de otra juventud buscando una salida a la abollada y marginal realidad. El panteón rococó, el palomazo fraterno, las cadencias y el Slam, la banda y su conurbana alegría y su rabia, su digna rabia tan a la altura: sin drogas ni alcohol. Con actitud de guerreros.. Todo el caudal de la creatividad de un pueblo diciendo con poesía, con danza, con Hip Hop Huasteco, con violín Huichol, con batucada del de efe, con solitarios cantautores de la UNAM , de Atenco, de la frontera del imposible, todos afinado a un “Ya Basta”. Con performeros, lisonjeros, artesanos, maestros y maestras de diversas luchas, había ancianos y niños en la guardería infantil zapatista, con juegos, risas y piñatas. Con Películas, documentales, denuncias en dividi. Cada rincón escondía alguna pastorela revolucionaria o un sentimiento de esos que aprietan algún recoveco del alma. Ahí estuviste tú. Recogiendo de las horas altas de la noche diversas añoranzas de algunos tiempos que tan cerquita se ven en la distancia. Un tipo diferente de abuela siempre verde. Dos o tres bandas en diferente escenario simultáneos hacían que la moneda decidiera norte o sur.
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