Friday, July 30, 2010

Paradoja “Apuntes para el olvido”

Su abogada le sugirió no comentar nada. Menos escribirlo cuando el caso aún se ventilaba en el juzgado. ¿Qué tal con un seudónimo. Hubiera pensado, como efectivamente ocurrió, que ocultara eso de las identidades?! Mejor No! lo miro seria. Pasaron los días de ajetreo e incertidumbre. Diciembre trajo el embalaje en otro sino. Otro rumbo por lo pronto de nuevo al norte al punto venidero. Lo cual en términos de gane a lo perdido es algo muy similar a un rescate.

Esa mañana Arnulfo pasó la mayor parte del tiempo escribiendo. Tiempo compartido entre letras y buches de café. Tenía que tener listos los textos del Tristumbre del Ceremonial” para el recital poético del aniversario de la masacre de Acteal, en la casa de la cultura obrera de Tijuana el 22 de Diciembre. Recital en que participarían el Zopy y el Jason bajo el nombre que Modesto sin querer había bautizado: ”El Club de la Serpiente”.
Ese tres de Diciembre arribaba a Tijuana “La marcha Mundial por la paz y la no violencia” y tenía pensado asistir, a pesar de las diferencias con alguna persona del comité organizador.

Arnulfo pidió a su hijo Gabriel que lo llevara al centro. De paso haría el pago del servicio del agua.
Loky, su pastor alemán de cuatro meses de edad, quería tercamente subirse al auto. Arnulfo se instaló en el asiento del copiloto. Locky se mostraba inquieto; ladraba. Salieron de la cochera. Gabriel cerró el cancel. Regresó al auto. Metió la llave. Lo encendió. Un auto blanco pasó lento. Dio reversa. Impedía que se movieran. Súbitamente un par de sujetos salieron del auto. Empuñaban sus armas blandiéndolas para intimidar. “!Ya valieron madre cabrones!! bájense!”. Son jóvenes. No sobrepasan los 25 años. ¿Qué le respondería Arnulfo a este mozalbete? ¿Le diría acaso de la deshumanización del mundo, del camino acabándose ante la insensatez, acaso de Buda o Jesús? ¿Cuál sería la apalabra que apaciguara, un poco al menos, ese odio embarrado a su mirada? ¿Qué no ve que también son pueblo; que no somos el enemigo, que el enemigo es sistémico y global, que tienen que unirse para que termine el dominio de una cruenta lucha de clases? “! Ya valieron madres hijos de su pinche madre!”. Responde a sus preguntas que prontas se acomodaban entre los recovecos del instante. Arnulfo alcanzó a ver el brillo apagado de sus ojos; un brillo tan parecido a la nada. “! Se bajan o los mato!”. Dice al tiempo que carga su arma. En algún sitio de lo improbable una lucecita se mantenía optimista. ¿Qué tal un sueño y que las pistolas eran de chocolate? Pero al mismo tiempo descubría en carne propia las estadísticas y anecdotarios ante la noticia diaria de una insensata guerra desbaratándose en su propia crueldad. Los instantes se detenían. Iban de regreso: Loky se quiere meter al auto. Un carro blanco pasa lento, se regresa. Dos armas. “¡O los mato!”.
Arnulfo escuchó el cerrojo de la escuadra en un prolongado carraspeo. Imaginó un guiro en una rumba de terror; develando un Deja Vu inalcanzable en el tiempo. Sabía reconocer el sabor agridulce del peligro, lo inevitable. Antes de que el cerrojo culminara su reptar por el guiro cubano. Arnulfo sintió que algo se apodera de él. Como si ese algo despertara en lo más profundo de su espíritu y tomara el control de su cuerpo. Fue como si eso que despertaba le valiera madres la marcha pacifista y los ideales del maestro Eckard, la poesía sublime y espiritual de Sor Juana Inés de la Cruz, esa correspondencia metapsicopoética con Modesto Herrera.
Arnulfo vio con terror como eso dentro de él, antes de que culminara de cargar la escuadra luget marca 40, poner su mano sobre el arma. Sin saber exactamente como bajó del auto forcejeando con uno de ellos. “¿Qué haces?” se preguntaba en algún plano de su raciocinio. “! Mátalo!”. Urgía el mozalbete a su pareja. Algunos disparos. Arnulfo, bajo el dominio de su otro yo, era testigo y protagonista de una secuencia con olor a pólvora. Utilizaba a su contrincante como escudo para evitar quedar a tiro del otro pistolero. Sabía, desde su otro yo, que no había margen para el error. Qué ese escenario representaba un trágico avatar del destino. Cayeron al suelo luchando por el arma. Locky
en la cochera ladraba. El delincuente se incorporó y Arnulfo utilizó la situación para pararse inexplicablemente de un salto, quedando mejor posesionado de la pistola. La pistola apuntaba circunstancialmente a su cómplice. Aprovechando el regalo divino y sin dejar de forcejear logró meter el dedo al gatillo y accionar el arma en contra del otro asaltante. Uno, dos, tres, cuatro disparos hicieron que éste no soportara la presión. Salió corriendo rumbo a la calle Guadalajara. El olor a pólvora volvió a inundar el ambiente. Arnulfo recordó el castillo de luces pirotécnicas y el torito bajo unos rehiletes de efervescentes candelas multicolores en las fiestas septembrinas de aquel Tecate del recuerdo. Entonces su otro yo se dio cuenta del cambo de circunstancias. Sabía que ahora era sólo cuestión de tiempo. Sabía, desde su otro yo que en algún próximo instante el arma estaría en sus manos; en tanto el lado racional invocaba a los fantasmas del intento para que velaran por su seguridad. Sabía que algo lo cuidaba desde siempre, hasta el momento en que algo diferente rompiera con la regla. En su mente creyó descubrir el alo de la fugacidad. Arrancó de las manos del delincuente el arma y, ya bajo el comando de lo impostergable, disparó sobre el asaltante. Este al sentirse herido llevó sus manos a la cadera y trató en un último intento recuperar el arma. Arnulfo o su otro yo lo recibió con un cachazo en la cara. Ahora sí la situación daba la voltereta. Gabriel llamó a la policía y algunos vecinos con el estruendo de los disparos salieron a ver que ocurría. El asaltante se rehusaba a someterse; ahora imploraba en nombre de su hija pequeña, dijo preferir que lo mataran en vez de entregarse. Arnulfo hizo un disparo a los pies como advertencia “No te mato pero te dejo cojo; tú decides” y lo obliga a sentarse. Arnulfo se sentía testigo y protagonista. “Si serás guey dice la parte racional”. “Repelimos satisfactoriamente la agresión dijo su otra parte con los evidentes colores de la adrenalina en la piel de los dos Arnulfos, mirando incrédulos el arribo de varias unidades policíacas. Los vecinos se acercaron aún impactados ante el evidente performance de Arnulfo. El profe de al lado le trajo un vaso con whisky “para el susto”. Luego la cruz roja, la grúa para el remolque del auto, que resultó también robado, luego los peritos, la ministerial, el conteo de los casquillos percutidos; nueve en total, más el que no encontraron cuando disparó a sus pies, el radiosonato de sodio, el ministerio público y el repetir muchas veces a la pregunta: ¿Qué pasó?
Ahora, como el consejo de la abogada requería, Arnulfo nunca escribió sobre lo acontecido. Lo hago yo, como tercer alter ego, para evidenciar el motivo que nos hizo faltar a la “marcha mundial por la paz y la no violencia” ante la negativa del Despi; el cual dice: “¡Pacifismo mis huevos! ¿Qué no ves lo que ocurre en Irak, Afganistán y ahora en Colombia? Chale ese”. Yo nomás me quedo pensando.

PD. Este texto, además de ser algo que no debió haberse escrito, es algo para que todos sepan que no debe de hacerse un una situación similar.
PD2. Motivo por el cual Arnulfo, el Despi y Blusero llegaron a Escondido California.
PD3. Balística demostró que esas mismas armas habían estado involucradas ese mismo día en el asesinato de un abogado y en otros cuatro actos delictivos y evidentes nexos con el cartel de Tijuana.

Sunday, January 17, 2010

Decálogo de nueve

Decálogo de nueve

yo estaba en una clara caracola de mi mar
y en su sonido lejano oía corazones.
Salvatore Quasimodo



I

qué ingrávida la vida se destraba de su sino
cuando el ensueño se convierte en pata de conejo de buena suerte,,
la que activa la maquinaria de los acertijos,,
de los afanes,,de ese rejuntar peniques por las lomas de mi aquel barrio,,
resolviendo el crucigrama con letras que se comunican con sus estandartes,,

si pudiera cuantificar mi reflejo que se acicala frente al espejo,,
con un manojo de azahares cortaría de tajo el aroma de la mala fortuna,,
ese pedacito de luz abrumado por una gavilla de oscuridades,,

qué sería de mi pequeñez,, de esa forma bizantina
de llamarme por mi nombre,, sin el talismán que enrarece
la turba de forangidos,, esos que embelesa el aroma a pólvora,,

qué de los buenos propósitos,, los poemas sin concluir,,
arrumbados en la gaveta de lo intrascendente,,
qué de las tertulias y los destellos de luna amarrados
a un desvencijado embarcadero,,

qué de mis perdones claudicando frente a un archipiélago de cartón,,
de los naipes que tallé con trementina para burlar mi destino,,

qué de las vasijas de barro que llegaron conmigo y aun contienen
algo de su luz original,,
la que esculpe su orfebrería de
ámbares y cantera tarasca,,

qué del laúd que el viento pulsa diciendo de la flama que vuelve a su hoguera
para encender al menos un instante,,
una bocanada de aire fresco,,
una sonatina coral en las hojas del palo del limón,,
qué en santa ebullición verifica el milagro contenido en un sorbo de té,,



II

buscamos a tientas el amor en cualquier esquina,, esquivamos nuestra sombra,,deslizándose siempre a decibeles dentro de la cesta de mimbre
y el pan recién horneado,,

si me preguntaran sobre el motivo de mi recelo diría sin cortapisa,, el azul del cielo,,
si me atraparan los bemoles de una melodía que se desgrana de su granada,, bajo la tenue luz que se filtra entre ramaje y racimos de uvas,,
mi suave tacto de viento movería el epicentro de una causalidad joven,, y no me ajustaría mi deslucido breviario de inacabadas sandeces,,
sería como ver una puesta de sol encaramado en los picachos de san pedro mártir,, contando con los dedos,, las peripecias de las nubes disfrazadas de cimarrones en un alelado carmesí,, con uakti percusando una de magnolias y lianas entre el follaje,,
así de simple sería,, su incolora sustancia de arena,, tiempo y espera,,

III

si de renacer se trata
las gracias pertinentes,,
las que se desvanecen al gentil toque del abracadabra,,
cotidiano ,, austero,, en su flor de un día
vuelto a ser objeto único del aire y sus papalotes,,
buena ventura
amuleto de mano hermana y tierra huichol,,
shaquira engarzada al cielo para llamar al dios de la buena suerte
y sus aguas bautismales,,
simple humedad sobre un páramo de divergentes encrucijadas,,
si de renacer se trata
es conveniente un buche de azul,,
para que una ventisca arroje diamantina joven
en el cabello de la buena fortuna,,
ese faro que atrae el vuelo nocturnal de las libélulas,,

al fin y al cabo
todo es distancia untada a la melancolía de una nueva retirada,,
con el carromato repleto de cachivaches,,
con frascos de durazno en salmuera,,
con pedazos de carne fermentándose en sal,,
con otro atajo de vida,,
para volver a rellenar el hastío de reuma y lentejuela,,
porque hasta el dolor tiene color,,
al aclarar la garganta con el trago de tequila,,
en otra vendimia,,
en otro tiempo,, en otra esquina,, en otro buenos días,,
difuminándose entre los naipes
que construyen el laberinto,, en blanco y negro el tarot,,
al fin y al cabo
para firmar un pacto de caballeros
bajo la opalina luz de la música lunar,,
ya con el fajo de capítulos sin concluir,,
entrampados en mi chistera con ribetes de plata,,
donde el tiempo nos presta la ración cotidiana
minuto a minuto en el beat del cielo,,
en cada bocanada de ensueño,,
en las marometas del destino,, la pólvora
y el atraco de los espantapájaros,,
yo simplemente soplo
sobre un diente de león
me azoro de la explosión de las semillas voladoras
en busca de su sitio de poder
y espero,,

IV

¿cuales serian mis ultimas palabras,,
que diría cuando se acabaran las hojas en blanco
de mi cuaderno a rayonear,,
al borde del precipicio y sin plumas,,

acaso las de amor y de amar los amores,,
esos tiernos espárragos con su casquete bipolar de la niñez,,
en balance fino con el principio del placer,, la libido,,
lo que freud dijo sobre el desarrollo psicosexual,,
acaso las de adolescencia,, con sus jardines
floridos de caricias dentro de la bolsa del pantalón,,
o las noches de onanismo estremecimiento
ante el extravío del fruto prohibido,,
de las cosas buenas y las regulares,,
de las que encontraron amores de fiesta y regocijo
pero que terminaron descosidas de soledades,,
las aventureras de un sólo beso,, las cuatreras del farol y el olvido,,
las fugaces,, las que se quedaron dormidas en el quiosco de tecate,,
diría de las cicatrices dibujadas con carboncillo
en la piel del alma,,
de las que invocaron la huida o el fracaso,,
de las que aventaron puñados de lejanía,,
de las indómitas y salvajes que clamaron pleitesía,,
serían las que se desmoronaron dentro del tiempo,,
las que soplaron tierno para revivir la flama
que cuidaría de su hoguera,,
serían acaso las palabras que condensan,,
comprimen la vida y las envían por las redes de los cucapá,,
serían las de dar las gracias
a ese pequeñísimo sismo de tiempo
que cabe en el instante,, las gracias de violeta,,
las de tantos haciendo sombrita ante el cadalso de la nada,,
o las mías,, un balbuceo,,
las que no caben en mis manos
y echan de marometas en la tertulia de los camposantos,,
o serían las que no alcancé a preguntar
a los siete tiempos del compas eterno,,
el que nombrara con voz de santo
al fistól en las solapas de los espadachines
que cuidan a la bella durmiente
del que pretende despertarla con un beso,,
las que se visten de ternura y se llueven de estrellas fugaces,,
en un vocabulario boreal
anegado de callejones sin salida,,
seguramente cabrían en dos reglones,,
eliminando el punto y aparte
para que las palabras se liberaran del papel y saltaran desde la tapia,,
o serían en su defecto,,
optando por el advenimiento de cantos,, laureles y fanfarrias
casi destellos nacarados en el satín negro
de una noche con sinfónica de arcángeles
en la sonata mas bella y paradigmática del silencio?

V

cuando examino
lo que resta del naufragio,,
tantas y pocas cosas a la vez,,
siguiendo mis pasos medio gitanos y entumecidos,,
mi guitarra,, como flor de tastros en otra esquina,,
sacudiéndose de silencios,,
compartiendo otras soledades y nuevas orijazz,,
con el inventario de lo inútil y acumulado,,
las cosas perdidas o redimidas en el fuego del olvido,,
los números pares y los tréboles de cuatro hojas,,
hago de cuenta
que nada he ganado o perdido,,
que el desierto continua árido y con espinas,,
que los sahuáros garabatean su historia en una ráfaga de aire
y continua virgen,,

El nido del Zopy

VI

digo que es mucho
lo que de gane llena mis alforjas,,
no se puede culpar al minutero,,
al encargado de aceitar la máquina que mueve el azar,,
de que los días se desmoronen entre los dedos de dios,,
espolvoreando recovecos y fisuras,, nomenclaturas,,
cofradías de espanto,, cadalsos,, un siglo de fugacidad,,

entonces las cosas me llaman por mi apodo “blusero”
y sé que estarían atentas a los murmullos en peña blanca,,
al conclave de mis ancestros
para armar un complejo sistema de silencios
que inclinaría tres grados el eje de mi estar,,
ese paraje empañado de liviandad
bajo el influjo fantasmal de casa tomada,,
ante la mirada felina y complaciente de Cortázar,,
en vez de conejo sobre la luna,,
y me redimo,,

VII

habría clavado mi navaja en otra tierra
para asegurar que el designio germinara entre la hojarasca,, esperando su trigo,,
acariciando las celosías de los verdes,, introspectivos,, casi eternos,,
tiznados con tenues grises,, envueltos en papel celofán y luz de amanecida,,
entonces resultaría un breviario,, casi un exorcismo para dejarse
de furfuñones y lamentaciones,,
dejando de lado los toneles de vino que no se han de beber,,
y dejarlos correr hasta los mares de la imaginación,,
que en fermentado abrazo tiempo y azufre retrasan la implosión
en toneles y alambiques,,
donde la hora cero,, construye otra overtura,,
de racimos y parras,, en la ruta de la vid y sus vinaterías,,
tiempo y relojes,, relojes y otro tiempo a otra campiña
aunque sigo estando en la otra,, la de la selva,,
donde todo motivo del instante es germinar en chispas multicolores,,
andrómedas y un parto de estrella,, en el pecho del 2012,,
como designio esculpido sobre la roca,,
en esa sabrosa soledad que empapa sus mañanas con claridad,,
o las entumecidas que el invierno maldice con otra nieve,,





VIII

entonces son los minutos para la redención,,
las castañuelas palmotean entre las hojas de los árboles,,
la santa baba de dios cae en forma de neblina,,
y los silencios ya no suenan como antes,,
las tarantelas suenan adormiladas,, los resquicios huyen de la alborada,,
se brinda con la sangre de la tierra,,
y se arremangan las mangas hasta los codos,,
con la mirada en la nebulosa que empaña el camino,,
ese que serpentea entre un valle prodigo de frutos y verdes,,
el que siembra nueva cepa en tierra y entierra,, o redime
a golpe de marro y cincel,, la embriagues del tiempo,,
como ese zambullirse en las aguas del revés de dios,,

IX

en ese fluir de lluvia y de vientos,, arranco la cáscara de la roca,,
coloreo con los frutos del tiempo al día y la noche,,
unto esa extraña melancolía a esta tarde,,
tan de enigmática lindura y levadura en clave de gris
para cantar su desnudez,,

ahí va
salerosa la tarde maquillada de soledad,,
sólo un poco,, pero,, qué se le puede morir,,


de última hora

estas últimas líneas van de súbitas y ojerosas,,
con los santos óleos y sus ademanes,,
casi a cuenta de lo inverosímil,, lo que se da y ya no se quita,,
y eso que con el diablo se desquinta,,
para volver a ser contreras,, rejego y narcisista,,
para verificar por enésima ocasión que la distancia más corta
entre dos puntos en el espacio
es el olvido más reciente,, ese otro eslabón de la vacuidad,,
chispa hermana que ilumina los vericuetos y parajes en los cenotes
y hoyos negros
en lo eterno de la fugacidad,,