Sunday, January 17, 2010

VI

digo que es mucho
lo que de gane llena mis alforjas,,
no se puede culpar al minutero,,
al encargado de aceitar la máquina que mueve el azar,,
de que los días se desmoronen entre los dedos de dios,,
espolvoreando recovecos y fisuras,, nomenclaturas,,
cofradías de espanto,, cadalsos,, un siglo de fugacidad,,

entonces las cosas me llaman por mi apodo “blusero”
y sé que estarían atentas a los murmullos en peña blanca,,
al conclave de mis ancestros
para armar un complejo sistema de silencios
que inclinaría tres grados el eje de mi estar,,
ese paraje empañado de liviandad
bajo el influjo fantasmal de casa tomada,,
ante la mirada felina y complaciente de Cortázar,,
en vez de conejo sobre la luna,,
y me redimo,,

VII

habría clavado mi navaja en otra tierra
para asegurar que el designio germinara entre la hojarasca,, esperando su trigo,,
acariciando las celosías de los verdes,, introspectivos,, casi eternos,,
tiznados con tenues grises,, envueltos en papel celofán y luz de amanecida,,
entonces resultaría un breviario,, casi un exorcismo para dejarse
de furfuñones y lamentaciones,,
dejando de lado los toneles de vino que no se han de beber,,
y dejarlos correr hasta los mares de la imaginación,,
que en fermentado abrazo tiempo y azufre retrasan la implosión
en toneles y alambiques,,
donde la hora cero,, construye otra overtura,,
de racimos y parras,, en la ruta de la vid y sus vinaterías,,
tiempo y relojes,, relojes y otro tiempo a otra campiña
aunque sigo estando en la otra,, la de la selva,,
donde todo motivo del instante es germinar en chispas multicolores,,
andrómedas y un parto de estrella,, en el pecho del 2012,,
como designio esculpido sobre la roca,,
en esa sabrosa soledad que empapa sus mañanas con claridad,,
o las entumecidas que el invierno maldice con otra nieve,,





VIII

entonces son los minutos para la redención,,
las castañuelas palmotean entre las hojas de los árboles,,
la santa baba de dios cae en forma de neblina,,
y los silencios ya no suenan como antes,,
las tarantelas suenan adormiladas,, los resquicios huyen de la alborada,,
se brinda con la sangre de la tierra,,
y se arremangan las mangas hasta los codos,,
con la mirada en la nebulosa que empaña el camino,,
ese que serpentea entre un valle prodigo de frutos y verdes,,
el que siembra nueva cepa en tierra y entierra,, o redime
a golpe de marro y cincel,, la embriagues del tiempo,,
como ese zambullirse en las aguas del revés de dios,,

IX

en ese fluir de lluvia y de vientos,, arranco la cáscara de la roca,,
coloreo con los frutos del tiempo al día y la noche,,
unto esa extraña melancolía a esta tarde,,
tan de enigmática lindura y levadura en clave de gris
para cantar su desnudez,,

ahí va
salerosa la tarde maquillada de soledad,,
sólo un poco,, pero,, qué se le puede morir,,


de última hora

estas últimas líneas van de súbitas y ojerosas,,
con los santos óleos y sus ademanes,,
casi a cuenta de lo inverosímil,, lo que se da y ya no se quita,,
y eso que con el diablo se desquinta,,
para volver a ser contreras,, rejego y narcisista,,
para verificar por enésima ocasión que la distancia más corta
entre dos puntos en el espacio
es el olvido más reciente,, ese otro eslabón de la vacuidad,,
chispa hermana que ilumina los vericuetos y parajes en los cenotes
y hoyos negros
en lo eterno de la fugacidad,,

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