Monday, January 12, 2009

LA GEOGRAFíA DEL MAíZ Y EL CONSEJO DEL RELAMPAGO



LA GEOGRAFíA DEL MAíZ Y EL CONSEJO DEL RELAMPAGO

Antes de las 11PM arriba en medio de consignas la Comandancia Militar Indígena y representantes de las demás comunidades autónomas y en rebeldía. Las dianas de las dos bandas musicales se mezclan con las palmas de los miles, que de 27 países, 25 estados de la Republica y miembros de diversas comunidades zapatistas, nos hemos congregado a encender un fuego que ilumine los siete puntos cardinales. El Comandante David dice su palabra, la voz de todos los que contribuyeron a decirla. Dice de los malos gobiernos, de los malos gobiernos que traicionan palabra, de los malos gobiernos que no cambian desde la conquista, las revoluciones y con los demás súbditos del gran capital. Dijo de las vicisitudes y traiciones. El agradecimiento a la ayuda internacional y solidaria. Después los tumultos, los cohetones en el cielo y la cañada respondiendo con un eco que despertaba su amplio valle. Dos grupos musicales lanzan dianas después de cada participación. Aplausos, risas en vez de confeti, el 6, 5, 4, 3, 2, 1, ¡Feliz año 2009! A bailar todos. Con y sin pareja, en grupo, en filita, el que quiera con su estrella. Extraña ceremonia con sus cerros arrobados de sombras, con su destino que bajaba a humear entre la niebla. Sin una gota de alcohol en la celebración. A nadie pude sorprender con la botella escondida, todos en el vértice dispuesto por la Comandancia Militar Indígena. Reunidos en el claustro de la esperanza y muchos Europeos redescubriendo nuevas formas de bailar la cumbia y quebradita. Globos aerostatitos en la noche que se arrepegaba en su amplio valle, serena, sonriendo garbosa ante el jolgorio de sus hijos, sorbiendo la flamita que invitaba al sueño, simplemente para que la despertara en otro sueño de convicciones decorada con barro y chaquira.



La noche sabía lo que tenía que saber, igual que nosotros. Con el sigilo de la alegría ante el acoso, el baile contra la insidia ladina y el rostro cubierto para ser uno y muchos con la noche, en un mimetismo ancestral de poco disfraz y mucha sabia en las venas del mundo Maya. Los hijos de la noche vapuleaban los instantes sin saber de cierto los teoremas del aquí y el ahora. Zigzagueando se me metía por el costado una mujer muy chiquita y con pasamontañas. Meneaba los hombros al ritmo de un corrido de Francisco Villa y se perdía entre un mar de piernas movidas con hilos desde el cielo por el gran titiritero. Cada vez que un cohete estallaba, al cielo le salían ronchitas de luz y su eco como un aullido reverberaba entre las hondonadas. Paloma me decía de Andrés y de otras caravanas, de sus milpas orgánicas, de sus sueños a retoñar; me decía tantas cosas buenas con su buen silencio, que yo mejor tiraba mi libreta de notas y empinaba un café de los altos. Un sentimiento aleteaba en forma de sombra sobre la oscuridad. Me sentía nadie en particular. No me tenía a mi mismo, según mi historia personal y, sin embargo, un gran ente de mi se desdoblaba. Cubría por completo el instante preciso donde me encontraba. No era nadie o nada y, paradójicamente, lo que las montañas me decían, lo que las nubes, siempre presentes durante el viaje y prudentes, dejaban ver bajo su corpiño representaba el ser parte del torrente sanguíneo de la historia. Decían del sagrado valor de la tierra, decían de sus volcanes para serenar los contornos de su geografía, decían de la leyenda que se despierta cada mañana y sale a cazar, aunque solo sea un pedacito de arco iris. Decía de sus vientos en forma de serpientes desplazándose con las lianas de las estrellas. El maestro de ceremonias: ¡Un minuto de su atención! Y se enviaba un saludo zapatista a los hermanos de Cuba en sus cincuenta años de resistencia. A pesar de estar escasos de escasez se enviaba al pueblo caribeño una cosecha de maíz zapatista. ¿Llegará este grito de solidaridad desde un caracol recorriendo su propio laberinto al pueblo de Cuba? Andrés me decía que necesitan diccionarios. “Muchos niños y niñas están aprendiendo a hablar Español” y me da una idea de como ayudar. La noche no paraba de girar, quemándose en su propia hoguera de fuego negro y ancestral. Algunos gallos cantaron desmañanados, aún con el vapor de la bruma entre las plumas. El sueño se fue a echar una siestecita antes de que arribara el sol.



Dicen los que saben, de saber frondoso,
los que vienen atrás acomodando los cuatro vientos.
Que cuando los dioses quisieron reconocer su obra, no pudieron
porque todo era un gran valle de silencio;
no tenían como nombrar todas las cosas
que no cabían en sí de lo bonito que estaban.
Los mares, por ejemplo, eran azules, pero no podían decir azul,
como los cielos, porque no había el palabra.
El palabra de plano no venía.
No se podía decir aquel pájaro, estrella o dirección.
El mundo y los cielos y todo lo que no se alcanza a ver,
no tenía forma siquiera de pensarse con la razón,
porque no había el palabra.
Todo era un caos, como ahorita, así que la luna y el sol, en esos tiempos
hermanos aquí abajo;
al ver la confusión que empeñaba el gozo de tanta creación
y tanto innombrable decidieron hacer algo por sus otros hermanos dioses
y sus otros hermanos hijos.
Una noche, dicen los que saben, cuando nació la estrella de la mañana.
El sol y la luna se arrojaron en sacrificio a una llameante noche eterna.
Fue tanto lo que sintieron dioses, animales y demás hijos, que de su tristeza
admiración y agradecimiento renacieron la luna y el sol,
como los conocemos ahora suspendidos y separados en el viento.
Todo se llenó de colores y músicas.
Una extraña sensación de eternidad palpitó
en muchos cielos y oscuridades.
Había nacido el poder decir “el venado, el águila o la lluvia”
un color mas vivo se untaba a todas las cosas
cuando el palabra lo tocaba.
El palabra, de gusto, se echó un clavado al río de lo eterno
y en algún lugar floreció un poema.
Había nacido la palabra.

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