Monday, January 12, 2009
a una golondrina disfrazada de paloma
Remé de orilla a orilla, tácitamente,
algo de mi hermano bullía sigiloso en mis adentros.
Con la quilla abierta entre el ramaje de luces que nos aventaba el sol.
Con lo poco que tengo y lo pequeño que en veces me quita las ganas.
Fui partícula del viento que trae entre sus tesoros
la palabra primera antes del verbo.
Primero el desierto y sus ejércitos de espinas,
dura roca para llamar a la flama matutina.
En vez de luna bullicio de estrellas,
con las sombras leyendo sobre la palma de las oscuridades
lo que se develaba frente a mis ojos sangrando de sorpresa y bermellón.
Con mi buche de silencios tendía un puente hacia el estremecimiento del alma.
Sin nada que delatara mi indiferente procedencia, el atajo de diminutas ideas
que guardo en mi alforja de cuero café.
Respondía al llamado de la caracola.
Tanta insana porquería.
Tanto despojo y resquemor, las tres mejillas rotas.
Tanta tropelía e inocencias rotas;
Acechantes del caos: el precipicio del fin.
El detonante aguerrido, la sangre derramada,
el exterminio como refranero de cada mañana o anochecida
y allá iba…
Remé de orilla a orilla, tácitamente,
algo de mi hermano bullía sigiloso en mis adentros.
Con la quilla abierta entre el ramaje de luces que nos aventaba el sol.
Con lo poco que tengo y lo pequeño que en veces me quita las ganas.
Fui partícula del viento que trae entre sus tesoros
la palabra primera antes del verbo.
Primero el desierto y sus ejércitos de espinas,
dura roca para llamar a la flama matutina.
En vez de luna bullicio de estrellas,
con las sombras leyendo sobre la palma de las oscuridades
lo que se develaba frente a mis ojos sangrando de sorpresa y bermellón.
Con mi buche de silencios tendía un puente hacia el estremecimiento del alma.
Sin nada que delatara mi indiferente procedencia, el atajo de diminutas ideas
que guardo en mi alforja de cuero café.
Respondía al llamado de la caracola.
Tanta insana porquería.
Tanto despojo y resquemor, las tres mejillas rotas.
Tanta tropelía e inocencias rotas;
Acechantes del caos: el precipicio del fin.
El detonante aguerrido, la sangre derramada,
el exterminio como refranero de cada mañana o anochecida
y allá iba…
Dada mi inclinación al movimiento indigenista, decidí participar en la caravana de solidaridad dentro del primer festival Mundial de la Digna Rabia, convocado por el EZLN (Ejercito Zapatista de liberación Nacional) y de esta forma festejar sus 25 años de su fundación, 15 desde su primera incursión en el espectro social al tomar varias ciudades del estado de Chiapas el primero de Enero de 1994 y, de pasadita tumbarle el ilusorio escaparate comercial a carlos salinas, (las minúsculas son a propósito aunque se enoje la computadora) el mero día de su ascensión internacional. Cansados de la indiferencia y arrogante actitud gubernamental, Artos de tantas injusticia, tanto despojo en un extenso relicario de exterminio y olvido en más de 500 años. Había decidido, un puñado de indígenas mayas, declararle la guerra al Ejercito Nacional Mexicano. La primera gran locura Postmodernita. Los más olvidados, los más lejanos de nuestro inconciente colectivo, los espíritus que habitaban las páginas del chilam balam se materializaban, irrumpían en la palestra social con una determinación a vencer al olvido que chiquito les parecía el estado Mexicano con sus ejércitos y utilerías. Habían apostado a la rueda del tiempo, si no fuese su tiempo, verificarían con el reloj ese otro tiempo, su propio aniquilamiento, un poquito más allá de su muerte. Pero lo inimaginable adquiría cuerpo, la profecía incrustada por obra del espíritu y del cincel se develaba. De todos los meridianos volteaban la mirada, una solidaridad espontánea brotaba en todas direcciones: las barriadas y quintos patios se solidarizaban, los gambucinos de las distintas geografías recogían sus bártulos y se hacían a la mar, los que ya no tenían espacio en el tablero del surrealismo social gritaban conjuros, los desahuciados por el falso equilibrismo neoliberal, encontraban un nuevo motivo de vida y de luz, entre ellos yo.
Dada mi tendencia esteparia a la soledad, he venido colaborando desde mi muy personal trinchera y no por ello fuera de la jugada con lo que mejor creo se me da: esculpir la roca con palabras. De modo que he participado en apoyo al EZLN desde 1994 y actualmente soy adherente a la sexta declaración de la selva lacandona y colaborador eventual con la Otra Tijuana De modo que decidí pasar el año nuevo 2009 en territorio Zapatista: Oventik, Chiapas, territorio autónomo y en rebeldía. En el DF, los tres previos días y en San Cristóbal de las Casas los cuatro posteriores.
Los hijos del maíz,
los que se esconden en el silencio
y hacen de las palabras otro cielo,
son de los que habla la profecía.
Otro espejo
se esconde en el árbol de magnolia,
refracta el contoneo sensual
de la estrella de la mañana;
dice de su sueño
y sopla sobre la selva
una bruma que aconseja a las cañadas.
Los hijos del maíz,
los que se esconden en el silencio
y hacen de las palabras otro cielo,
son de los que habla la profecía.
Otro espejo
se esconde en el árbol de magnolia,
refracta el contoneo sensual
de la estrella de la mañana;
dice de su sueño
y sopla sobre la selva
una bruma que aconseja a las cañadas.
Diez compas de Baja California pudimos ser cómplices en tiempo y espacio del rugido de la selva al cambio de su piel. Un tiempo remoto se reflejaba juguetón en el río Grijalva, dibujaba en papel amate un nuevo código para descifrar la rabia escondida entre la piel de un jaguar negro y las plumas del quetzal. En Azcapotzalco los últimos días del año. Entre las conferencias, los conciertos; la banda, los de abajo, los de pelo verde y el puño izquierdo en alto. Diversas geografías oteando al sureste, esperaban
la voz de mando para volar a diferente cielo, a diferente primavera, con musgos y ceibas
grafiteando al silencio que ya se quitaba su mascara ancestral; mientras tanto el polvo de una danza posmodernista dibujaba en el cielo azul, sin nubes albureras, el ritmo de otra juventud buscando una salida a la abollada y marginal realidad. El panteón rococó, el palomazo fraterno, las cadencias y el Slam, la banda y su conurbana alegría y su rabia, su digna rabia tan a la altura: sin drogas ni alcohol. Con actitud de guerreros.. Todo el caudal de la creatividad de un pueblo diciendo con poesía, con danza, con Hip Hop Huasteco, con violín Huichol, con batucada del de efe, con solitarios cantautores de la UNAM , de Atenco, de la frontera del imposible, todos afinado a un “Ya Basta”. Con performeros, lisonjeros, artesanos, maestros y maestras de diversas luchas, había ancianos y niños en la guardería infantil zapatista, con juegos, risas y piñatas. Con Películas, documentales, denuncias en dividi. Cada rincón escondía alguna pastorela revolucionaria o un sentimiento de esos que aprietan algún recoveco del alma. Ahí estuviste tú. Recogiendo de las horas altas de la noche diversas añoranzas de algunos tiempos que tan cerquita se ven en la distancia. Un tipo diferente de abuela siempre verde. Dos o tres bandas en diferente escenario simultáneos hacían que la moneda decidiera norte o sur.
Tantos diferentes, y tan comunes, con la tirria metida en la sangre, con de dolor de otros árboles a separarlos de sus raíces. Arribaban al evento como llegaríamos todos a la tierra prometida. Arribaban los titiriteros, CLETA en sus zancos y sus cachorros, los transexuales con conciencia de hermanoas, los que han sido torturados en el potro del tormento, los desterrados, los que exhiben sus heridas y le dan la vuelta a la hoja de ese otro calendario. Todos los excluidos, los incrédulos que señalan con el índice en su libro sagrado el momento de la expiación y la multiplicación de los peces, los señalados y burlados, los que se visten de negro y se perforan la piel, los payasos de Venecia y Tepito, las hermanas desconocidas, los ancianos sabios que sonríen con un reflejo tan parecido al silencio.
Era la hora del primer viento y el gran espíritu lo sabía.
Tuve que ser selectivo, tanto a ver, palpar, sobre todo el escuchar al diferente, al que no refleja en su indumentaria las heridas victoriosas del olvido, el polvo que hermana, el polvo de muchos ancestros, atrapados en el viaje sideral de nuestro planeta azul, codo a codo en la quilla, para romper al viento, para atrapar la lluvia que sobrevive gozosa, para aprender a sonreír cuando el tiempo es muy otro.
Tres días en el de efe para meterlos de lleno a una hoja de papel, con sus desparpajos, con sus lágrimas y cadencias rotas, con su tanto que decir que ya rompían los labios en gélidas madrugadas de soledades y cucuyos circulares. La ciudad más vituperada de México, lejana y pizpireta abría sus alas, recogía con materna somnolencia a muchos otros hijos que vagaban entre otras realidades. Tanta rabia en los pliegues del delirio, entre la incredulidad y petulancia, entre el poder y su propia ruina, abría sus pétalos. Su perfume confundía los caminos errantes, los que no conducen a ninguna parte, saboreando el sabor del viento en noche clara, herida con un puñal de cuarzo para insertarle un pedacito de luna nueva.
Era la hora del primer viento y el gran espíritu lo sabía.
Tuve que ser selectivo, tanto a ver, palpar, sobre todo el escuchar al diferente, al que no refleja en su indumentaria las heridas victoriosas del olvido, el polvo que hermana, el polvo de muchos ancestros, atrapados en el viaje sideral de nuestro planeta azul, codo a codo en la quilla, para romper al viento, para atrapar la lluvia que sobrevive gozosa, para aprender a sonreír cuando el tiempo es muy otro.
Tres días en el de efe para meterlos de lleno a una hoja de papel, con sus desparpajos, con sus lágrimas y cadencias rotas, con su tanto que decir que ya rompían los labios en gélidas madrugadas de soledades y cucuyos circulares. La ciudad más vituperada de México, lejana y pizpireta abría sus alas, recogía con materna somnolencia a muchos otros hijos que vagaban entre otras realidades. Tanta rabia en los pliegues del delirio, entre la incredulidad y petulancia, entre el poder y su propia ruina, abría sus pétalos. Su perfume confundía los caminos errantes, los que no conducen a ninguna parte, saboreando el sabor del viento en noche clara, herida con un puñal de cuarzo para insertarle un pedacito de luna nueva.
Danza. Foto :Waldo lopez
Yo en tanto, absorto, viendo como del viento se nacía lo incierto, lo inesperado, como cuando los caminos se vuelven abruptos y voluptuosos, justo cuando el pelo empieza a cambiar de color y el espejo parece que miente. Así brincó la chispa, que nadie sabe de donde chispeó, directo al centro de la llamarada. De un lugar remoto se nació lo que se canta. Pareciera la danza de las cuatro lunas en vez de seis. Como un nacer en el renacer, haciendo más tersa la cuesta que se avecina con sus barruntos de sin sabores y el pronostico del tiempo con el agridulce ardor de huesos. Ahí mero nació otro tiempo, con sus relatos de gitana y viajera de estrellas, con sus manos para detener el tiempo y esconderlo en un cofrecito donde guarda la foto de una anciana. El viento primero soplo sobre la braza. Acarició su fuego virgen y continuo su travesía con alma de golondrina. Los tiempos dijeron “así son las cosas”. Fui, con el viento primero, pedacito de algo que nace, algo más cercano al ser humano, algo que dice que sí a la vida, que se apuesta lo que resta al sueño de lo que siempre ha estado ahí, guarecido en su silencio, dispuesto a pelear contra las hojas sucias de ese otro calendario de un mundo al revés.
Laberinto para despistar al tirano, se escucha
Luciérnagas para iluminar el camino, izquierdo y sentido
Penas muy otras de diverso linaje,
para colorear un ¿De qué nos tienen que perdonar?
y ahondar en la selva sus hechizos y deidades pétreas.
Mapa verde del cielo, su epopeya
de celestes arpegios,
ruta en el Tam Tam de las hormigas
a la hora cero prometida, la hora del despertar.
Dice la profecía.
Segunda Geografía y cambio de piel
Dicen los que saben que la tierra antes de ser bonita fue un pegoste de fuegos
sin ton ni son. Tuvo que venir el agua chiquita a pedirles a los tiempos que dejaran para tiempos mejores sus corajes de encorajinarse. Las cosas de cosas que traían algunos vendavales decían la misma cosa: “que los tiempos del tiempo nuevo empezaban a florecer bajo los cenotes”. Pero una cosa rara, de esas que enchinan el alma estremeció bien estremecidamente a las semillas del color, las puso en peligro pues.
Se llamó a consejo. De todos los rumbos y veredas vinieron las voces, las voces que decían, las voces de las cosas buenas, de las que sirven como verdades.
Se dicto un dictamen a la palabra. Todo estuvo resuelto. Si cuido de mi luz alumbro mis pasos y se les da forma a las oscuridades.
El mundo se volteo al revés y los tiempos se despostillaron en un espejo inmune a los instantes.
Dicen los que saben de saber bonito que la palabra se despertó el año cero llena de mañana y aroma de madreselva. Miró abajito de los maizales y dibujo en el aire al primer dios. Entre los dos, el primero dios y la palabra con sus manos entrelazadas crearon el barro para sembrar la semilla primera del maíz. De ahí venimos todos.
LA GEOGRAFIA DEL CUARZO
“¿Existe un derrotero teórico que sirva como explicación lógica de la lógica del zapatismo?
Sin duda el nivel teórico marxista leninista en su naufraga consecuencia ha tenido algo que ver con el movimiento indígena, solo que no ha sido su rector ni su reactor, sino un nuevo capitulo en la espiral infinita del saber, dándole a la ciencia del conocimiento una nueva forma de caminar, ahí incluso donde el espectro indigenista simplemente no existía.
Un elemento nuevo caracteriza la biosfera zapatista y esa es la integración de la multiplicidad de luchas en un solo sueño”. Reflexionaba viendo a través de la ventanilla.
En tanto15 autobuses formaban la caravana al caracol de Oventik de frente ante la humanidad. Los voluntarios del evento, hojeaban, revisaban, cotejaban, nos enfilaban a los autobuses, afables y casi siempre con una sonrisa en el rostro. ¿Los de Ciudad Juárez vienen con los de Chihuahua? Los carteles del festival en el frente de los autobuses y con tinta blanca EZLN y el número correspondiente. Ahí dentro el joven espíritu en forma de bolero y un chofer respondiendo el ataque frontal con el breve espacio de Pablito Milanes. La noche revoloteaba entre el trajín de una ciudad que ya no cabía en si misma. El paisaje de luces y sombras en la ventanilla poco a poco se llenaba de sueño.
“Sin duda Carlos Marx se hubiere entusiasmado al ver un movimiento tan singular, apartado de los cánones que conforman la estructura teórica del Marxismo y siguiendo un camino que data de los ancestros”. La fraterna bulla, de los que se consideran miembros de una tripulación intergaláctica, empañaba los cristales de las ventanillas, donde, al ritmo de las luces, aparecían y desaparecían rostros fugaces. Reflexionaba en el extraño magnetismo que el neo zapatismo ejerce y nutre a todos nosotros y a una diversidad de organismos y movimientos antisistémicos. Desde movimientos ecologistas hasta movimientos que por su naturaleza ética no encajan en la estructura social del capitalismo como son las trabajadoras sexuales, las que en más de dos ocasiones me dejaron con el ojo cuadrado, al conocer de sus luchas y su organización a nivel nacional y su decisión de adherirse a la otra campaña de los hermanos zapatistas. “Quizás la comuna de Paris”; con su grito de rosas, con su champagne de amplios valles, con su guillotina para destrabar la historia, con todo lo que le sucedería en el marco de las crisis coyunturales en el actual modelo económico elegido para nuestra desdicha, seria su prima hermana en la distancia, solo que aquí, en las comunidades zapatistas diversas comunas se hermanan, creando nuevas rutas, para entretejer en el futuro de los vientos, su destino, y sobre la manta de la noche bordada con hilo de plata muchas diferencias en forma de estrellas.
De alguna manera me sentía destello del cuarzo. Fragmento de luz abigarrado de un verde al alo rojo sobre un pedazo de instante; destello que al jugar con la pupila se desvanece en un reflejo que quiso ser azul. La ciudad se quedaba atrás, aplaudiendo a la noche cómodamente recostada en el zaguán de la historia. Las estrellas coquetas cerraban intermitentemente sus ojos.
Es que nos es fácil de entender.
lo simple cuesta desarmar las ideas,
para que funcionen en equilibrio con el sur,
por donde se fueron dando de saltos
varios siglos
al anafre de los tiempos
para volverse fuego de otra llamarada.
De alguna manera me sentía destello del cuarzo. Fragmento de luz abigarrado de un verde al alo rojo sobre un pedazo de instante; destello que al jugar con la pupila se desvanece en un reflejo que quiso ser azul. La ciudad se quedaba atrás, aplaudiendo a la noche cómodamente recostada en el zaguán de la historia. Las estrellas coquetas cerraban intermitentemente sus ojos.
Es que nos es fácil de entender.
lo simple cuesta desarmar las ideas,
para que funcionen en equilibrio con el sur,
por donde se fueron dando de saltos
varios siglos
al anafre de los tiempos
para volverse fuego de otra llamarada.
LA GEOGRAFíA DEL MAíZ Y EL CONSEJO DEL RELAMPAGO
LA GEOGRAFíA DEL MAíZ Y EL CONSEJO DEL RELAMPAGO
Antes de las 11PM arriba en medio de consignas la Comandancia Militar Indígena y representantes de las demás comunidades autónomas y en rebeldía. Las dianas de las dos bandas musicales se mezclan con las palmas de los miles, que de 27 países, 25 estados de la Republica y miembros de diversas comunidades zapatistas, nos hemos congregado a encender un fuego que ilumine los siete puntos cardinales. El Comandante David dice su palabra, la voz de todos los que contribuyeron a decirla. Dice de los malos gobiernos, de los malos gobiernos que traicionan palabra, de los malos gobiernos que no cambian desde la conquista, las revoluciones y con los demás súbditos del gran capital. Dijo de las vicisitudes y traiciones. El agradecimiento a la ayuda internacional y solidaria. Después los tumultos, los cohetones en el cielo y la cañada respondiendo con un eco que despertaba su amplio valle. Dos grupos musicales lanzan dianas después de cada participación. Aplausos, risas en vez de confeti, el 6, 5, 4, 3, 2, 1, ¡Feliz año 2009! A bailar todos. Con y sin pareja, en grupo, en filita, el que quiera con su estrella. Extraña ceremonia con sus cerros arrobados de sombras, con su destino que bajaba a humear entre la niebla. Sin una gota de alcohol en la celebración. A nadie pude sorprender con la botella escondida, todos en el vértice dispuesto por la Comandancia Militar Indígena. Reunidos en el claustro de la esperanza y muchos Europeos redescubriendo nuevas formas de bailar la cumbia y quebradita. Globos aerostatitos en la noche que se arrepegaba en su amplio valle, serena, sonriendo garbosa ante el jolgorio de sus hijos, sorbiendo la flamita que invitaba al sueño, simplemente para que la despertara en otro sueño de convicciones decorada con barro y chaquira.
La noche sabía lo que tenía que saber, igual que nosotros. Con el sigilo de la alegría ante el acoso, el baile contra la insidia ladina y el rostro cubierto para ser uno y muchos con la noche, en un mimetismo ancestral de poco disfraz y mucha sabia en las venas del mundo Maya. Los hijos de la noche vapuleaban los instantes sin saber de cierto los teoremas del aquí y el ahora. Zigzagueando se me metía por el costado una mujer muy chiquita y con pasamontañas. Meneaba los hombros al ritmo de un corrido de Francisco Villa y se perdía entre un mar de piernas movidas con hilos desde el cielo por el gran titiritero. Cada vez que un cohete estallaba, al cielo le salían ronchitas de luz y su eco como un aullido reverberaba entre las hondonadas. Paloma me decía de Andrés y de otras caravanas, de sus milpas orgánicas, de sus sueños a retoñar; me decía tantas cosas buenas con su buen silencio, que yo mejor tiraba mi libreta de notas y empinaba un café de los altos. Un sentimiento aleteaba en forma de sombra sobre la oscuridad. Me sentía nadie en particular. No me tenía a mi mismo, según mi historia personal y, sin embargo, un gran ente de mi se desdoblaba. Cubría por completo el instante preciso donde me encontraba. No era nadie o nada y, paradójicamente, lo que las montañas me decían, lo que las nubes, siempre presentes durante el viaje y prudentes, dejaban ver bajo su corpiño representaba el ser parte del torrente sanguíneo de la historia. Decían del sagrado valor de la tierra, decían de sus volcanes para serenar los contornos de su geografía, decían de la leyenda que se despierta cada mañana y sale a cazar, aunque solo sea un pedacito de arco iris. Decía de sus vientos en forma de serpientes desplazándose con las lianas de las estrellas. El maestro de ceremonias: ¡Un minuto de su atención! Y se enviaba un saludo zapatista a los hermanos de Cuba en sus cincuenta años de resistencia. A pesar de estar escasos de escasez se enviaba al pueblo caribeño una cosecha de maíz zapatista. ¿Llegará este grito de solidaridad desde un caracol recorriendo su propio laberinto al pueblo de Cuba? Andrés me decía que necesitan diccionarios. “Muchos niños y niñas están aprendiendo a hablar Español” y me da una idea de como ayudar. La noche no paraba de girar, quemándose en su propia hoguera de fuego negro y ancestral. Algunos gallos cantaron desmañanados, aún con el vapor de la bruma entre las plumas. El sueño se fue a echar una siestecita antes de que arribara el sol.
Dicen los que saben, de saber frondoso,
los que vienen atrás acomodando los cuatro vientos.
Que cuando los dioses quisieron reconocer su obra, no pudieron
porque todo era un gran valle de silencio;
no tenían como nombrar todas las cosas
que no cabían en sí de lo bonito que estaban.
Los mares, por ejemplo, eran azules, pero no podían decir azul,
como los cielos, porque no había el palabra.
El palabra de plano no venía.
No se podía decir aquel pájaro, estrella o dirección.
El mundo y los cielos y todo lo que no se alcanza a ver,
no tenía forma siquiera de pensarse con la razón,
porque no había el palabra.
Todo era un caos, como ahorita, así que la luna y el sol, en esos tiempos
hermanos aquí abajo;
al ver la confusión que empeñaba el gozo de tanta creación
y tanto innombrable decidieron hacer algo por sus otros hermanos dioses
y sus otros hermanos hijos.
Una noche, dicen los que saben, cuando nació la estrella de la mañana.
El sol y la luna se arrojaron en sacrificio a una llameante noche eterna.
Fue tanto lo que sintieron dioses, animales y demás hijos, que de su tristeza
admiración y agradecimiento renacieron la luna y el sol,
como los conocemos ahora suspendidos y separados en el viento.
Todo se llenó de colores y músicas.
Una extraña sensación de eternidad palpitó
en muchos cielos y oscuridades.
Había nacido el poder decir “el venado, el águila o la lluvia”
un color mas vivo se untaba a todas las cosas
cuando el palabra lo tocaba.
El palabra, de gusto, se echó un clavado al río de lo eterno
y en algún lugar floreció un poema.
Había nacido la palabra.
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