Sombra a lo demás: Madre tierra
¿Verdad que es mío?
Tu sabor, tu aroma, tu textura
Toda tu, enmarañada de verdes y azules,
Vitral de ensueño tu olvido que no fenece ni calla
ni consuela al espectro de luz
que entra por los siete sentidos y no cinco
como dice la regla.
Retardada justicia:
¡No llegaste a la cita
que gritaba la alborada,
ni abriste tu pecho para estallar en luz
origen del mito tornasol, maestría de tu mano alfarera
la que embadurna de barro al viento
con chaquira y quetzal¡
Recuerdo hermano:
Cuando poseías el equilibrio con el universo,
cuando producías hilo a hilo tu huipil
para envolverte en el halo de lo mágico.
Simple tu forma de vivir; sobreviviendo a bordo de la barcaza
entre el espumarajo de los siglos.
Condenados los unos a los otros
y no los otros a los unos.
El contexto histórico:
Simulaciones y mezquindades. Un primer mundo de espejismos y oropeles. El Satán de orejas grandes había encendido la mecha. La profecía de los Balames, los hijos de las sombras, los hijos del olvido habían lanzado a los siete cielos su proclama: un “Ya basta” con el beneplácito de las cañadas. Una semana después del alzamiento el Zopy me dijo de una tocata en solidaridad con los indígenas Zapatistas.
Cinco días para hurgar en el subsuelo de las ideas y armar un enroque con hojitas de hierba buena y perejil. En cinco días salieron de su madriguera 21 poemas, los aglutiné bajo el titulo de “el canto del jaguar”. La tocata fue en el Sótano llamado así por razones obvias: Un Sótano en la calle tercera, enfrentito del parque Teniente Guerrero.
La premura de tiempo
y mi incredulidad Cartesiana llenaron de incertidumbre mi morral. Me encerré en mi cueva de la Woodlark en Chula Vista, “Chula Juana” me corrige el Zopilotl, “para nosotros los caifanes del Cisco Che o Fumanche” remataba el Zopy y me daba una explicación que abarcaba a ese guerrillero loco que mataron en Bolivia.
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