Revoltijo de cielos,
verdes túnicas que retornan en su vuelo
de regreso.
Sudores.
Hechizo que navega en una herida no café
como la tierra,
verde
como la flama que redime con aromas de dátiles,
con resonancias
de Gembri peregrina.
Nudo de confines.
Tramonta de vértigo en los follajes.
Cimbra raíz, tiempo no ignoto, fugaz, con el corazón
de las palmeras en el fuego.
Ahuyenta la otredad del desamparo.
Éxtasis.
Aromas desnudas de vértigos, conjuros, estepas de un verde
parduzco, retumban a contraluz de los Craquebs.
Los tambores rechinan, inclinan la noche,
sacuden secretos de malaquita.
Se incendian los danzantes.
Fuego de sombra,
de tierra, agua,
retronar de tambores.
Sonsonetes heridos con pedazos de estrellas.
Para revivificar un hechizo turquesa.
Conjuro.
El Gembri allana camino,
para reverdecer el precepto.
en las soterradas ventiscas,
olisqueando delirios bajo los puntos cardinales.
Conculca su aroma de albahaca
a la consonancia bendita.
Precepto.
Creencia en el solsticio que brinca
entre los cántaros de agua para alá
travesía.
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