Invocación en el trasiego de la sangre.
Sidi Hammu en un trepidario sonsonete de luz.
Rayo trashumante del vientre de Dios,
el que descubre la síntesis espiritual
de que vive y repta en el trasadero
de la creación.
Levantando vendavales, círculos de fuego
con la Sefirá al trapiche del resquemor.
Cuando se levanta y camina la diosa de la nada
como tributo a la oscuridad.
Peregrinaje trasluz de la oración,
para escalar las montañas donde trasnocha
el genio de las alturas, el que enciende sus tres lámparas
con el fuego del rubí.
Plegaria de dulces arrebatos.
Las tres Marías del desierto
en el traqueteo de la fiesta del color.
Con el ritmo que el cielo consuela,
trementina para pegar
donde se desgrana el cielo
de su propia arcilla bermellón.
Sajadura de ungüentos de salamandra
para redimir el tríptico desconsuelo
la trapaza del ensueño numérico.
De múltiples cadencias, posesas de santa sanación.
Éxtasis de tambores, trinitario nacimiento,
en el repiqueteo hipnótico de la percusión
para hilvanar con aguja y camello
el camino de regreso.
Donde burbujea la música de las esferas.
Para sus hijos orfebres de la luz
que en la fragua escriben con llamas el libro del esplendor.
Se invierte palabra sagrada,
la que se guarda secreto bajo cada clavo de la cruz.
La de vida y muerte,
la que chispea a la palabra, la que sana,
la que reinventa de tres en tres el cosmos
en un fino y caudaloso traquetear.
Con ternuras y sonajas para invocar
al espíritu que colorea con su vaho
el amatista horizonte de Marrakech.
El que de su sangre extrae
las tres gotas de aceite que encienden el candil del sol,
para que ardan espíritu, alma y cuerpo
en los tres jarrones de la inmortalidad.
Peregrina Dardela navegante del tiempo
con sus ritos de colores, en plegaria excelsa,
sedal cósmico de turgencia e invocación.
Ora el Maleen:
“De un tiempo venistes
donde el carbón es sabia de sol.
De la vida se escapa
el origen, la nata y su flor.
Fresca gota de agua
para la sed del Tambor.
Son tres los hijos de Tebas.
Tres los hijos de Abraham.
El sonrojo se agrieta.
Ojo Macumba del Senegal.
Dos ojos han tejido tenebra
tres los han de sanar”
El Gnawa recorre a la inversa camino mítico
de Majut a Kéter, en rojas sandalias
las nueve esferas las caras de Dios.
Danza de montaña, de alborada sus pastores
de cabras, nubes y albores
en sintonía con los cielos de cuyo canto
brota la sangre que canta lo ignoto del Kabbalah.
Devoción.
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