Saturday, October 25, 2008

El Trance del Azul Marino

De Norte a Sur
la caracola invoca
al ceremonial
a la mezquita ardiente del canto
mitad Bantú, mitad Alá.
Los tambores de pieles de cabra
esperan el primer rayo de luz;
esperan que del cielo se descuelgue
un ave, no Maria, celestial.

El canto lento abre las puertas del alma.
Arremete con el sopor de la bruma
una enredadera para que el Maleen
trepe al cielo y dos diga la hora verdadera.
Entre los dos cielos y los dos infiernos.

El viento rejunta el azul navegante del cielo,
convertido en arrullo,
para encajarlo como daga en su mar.
El canto invoca las olas
las revuelca en su propia espuma.
Los siglos se congregan
Visten túnicas de seda
bordadas con noches y artificios de Senegal.

En el poniente la luna apenas se descalza.
Atrás el sol salta por la ventana.
Un primer rezo cobalto se enciende.
Los primeros tambores entienden el mensaje.
Se prenden del cielo.
En pares de dos en dos para hornear el cuatro,
para descifrar el mundo de los muertos.
Cabala de huesos y grumos del desierto.

El futuro se va quemando
entre los aires sabios que se aparecen y se disuelven.
Al canto hipnótico de las costas
custodiadas por el guardián del diamante azul.
Se desnudan en voluptuosidades,
dibujan con el dedo
un horizonte bajo el mar.
Ora el Maleen:
“Que los cielos prendan
claridad.
Que el paño azul
limpie las impurezas
de los que vagamos
en las dos caras del espejismo,
en las comisuras
del incienso azul”

Bajo un canto que crece en forma circular
se entejen los rayos del sol,
se adormece lento el lado ordinario
de la consciencia,
se deshilvanan las impurezas
que el mundo nos endilga.
El cuchillo toca madera, la abrazadera
abre las puertas del sacrificio;
para que soplen los muertos
y se escriba el origen del peregrinaje
en el papiro de la eternidad.

Se arrecian las intensidades,
los sudores dan de beber a la arena,
los veredictos se multiplican en cadencias,
giros y adversidades,
en tropelías de un viaje imaginario
de azulgrana para sacar del pozo
el elixir del saber, de lo oculto en el fuego
en las sombras que al aullido de la luz
huyeron a refugiarse bajo un oasis.

El destello prisionero de un turquesa marino
se enciende en doble llamarada,
mientras las olas lamen con intensidad;
Invocan el conjuro, la cruz de luz para tatuarla
en el dorso desnudo del mar.
Besos salinos para acariciar la suerte
para ahuyentar las desgracias
que nos oscurecen la buena gracia.
Como el dos de bastos de la baraja Andaluza
que nos señala el sitio oculto
donde se cruzan los dos maderos de la cruz.

Hora de silencios
de túnicas despojadas, como el sudor del lamento

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