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nítidamente escucho el canto de la luna
traspuesto el zaguán del vetusto olvido,,
baja desde el risco al valle
rebozo de una santa María trasparente
dibuja caracolitos de tenue luz,,
su canto es fulgor expandiéndose de puntitas sobre el monte,,
sembrados con quietud y corazón florido,,
arrobadas las flores en este valle kumeay,,
en un canto murmullo sobre la piel del monte,,
ofrecen en sacrificio,, las flores,, su virginidad de diosas
sonríen desde sus capullos,, en bautizo de perfumes,,
me dejo envolver en su melodía de fuego,,
fulgor opalino que en sinfonía cósmica
se despeña del cielo,,
abro la puerta del silencio padre,,
para que entre la aurora con su penitencia de sombra,,
vierta los vinos que fermenta la noche
en los alambiques en tiempo de cedro,,
embalsamo un instante y lo vuelvo fetiche
para el siguiente encuentro,,
donde puedo pensar sintiendo,, desde la poesía,,
sintiendo sin pensar el canto que me inlumina,,
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