La dignidad zapatista
Las comunidades zapatistas han utilizado las herramientas políticas más eficaces para crecer y construir su autonomía, tales como: la autogestión, el mandar obedeciendo, el respeto a las diferencias y la dignidad, la verdadera dignidad, la más primera, la más cercana al rugido del jaguar, al vuelo del águila, a la mano amiga y la esperanza. Temas sin duda difíciles de comprender por nuestra asfixiada clase política, cuyo entramado se sustenta en la máxima: “un político pobre es un pobre político”, y donde la dignidad y justicia son solo artículos semánticos que rondan el discurso electorero. ¿Cómo entender que haya gentes inmunes a los dineros, prebendas y escaparates de poder? Las comunidades zapatistas en resistencia, como las raíces de la Ceiba, han sorbido de las aguas de su propia grandeza ancestral, para sobrevivir en más de quinientos años de asedio y destrucción. El férreo control que se tiene en cuanto al consumo de drogas y bebidas alcohólicas en las zonas de influencia zapatista, ha generando con ello una sensible baja en la violencia familiar y, principalmente, han evitado caer en la espiral de confrontación que aqueja al resto del país. Sin duda se puede afirmar que la única violencia que se padece en las comunidades zapatistas, es la que ejercen los grupos paramilitares en una sistemática agresión, velada y de baja intensidad. En tanto en todo el territorio nacional se disputan, los antes mencionados corredores de poder y trasiego de droga, en las comunidades autónomas zapatistas se ha logrado mantener estos territorios como una excepción ante este flagelo. ¿Qué otras zonas, y no solo de México sino de nuestro continente latinoamericano, pueden decir que se encuentran libres de alcoholismo, prostitución y drogadicción? Mientras en muchas ciudades, especialmente en Ciudad Juárez, el fenómeno del femenicidio aumenta día a día con al menos la indiferencia de las autoridades ante estas muertes. En las zonas zapatistas la mujer ha logrado conquistar una serie de espacios, incluida la Comandancia Clandestina Revolucionaria Indígena, el más alto nivel dentro de la estructura zapatista, con la complacencia y apoyo de la población masculina.
Dentro de las comunidades zapatistas la incorporación de las mujeres a ese nuevo esquema ha sido fundamental, donde lo importante no es el hombre o la mujer, sino el ser colectivo, verdaderamente integrado a su entorno y a su colectividad, hermanado a la madre tierra y a su historia. Un ser cuya orientación fundamental está en la creación y no en la destrucción. Un ser que en primer lugar es el nosotros y no el yo. En las comunidades zapatistas no se roban las urnas, no se maquillan las cifras y no existen las cuentas secretas. En las comunidades en rebeldía toda tarea es vital e importante (salud, cultura, organización comunitaria, preservación de las zonas arqueológicas, las cooperativas en sus diversas acepciones, el cuidado y preservación de sus bosques y su fauna, etc.). Su fuerza radica en que se crece colectivamente. El agandalle político y económico no tiene cabida en las juntas de buen gobierno, en sus Caracoles, organismos reguladores de estas comunidades, inmunes a la corrupción, rotativas e impregnadas con un sentimiento de servicio desinteresado, es más fuerte que el impulso de nuestra clase política por enriquecerse. ¿Se pueden imaginar un lugar donde el soborno no tiene cabida? En las comunidades zapatistas no existe el desencanto, existe el encanto, existe la magia de su propia cultura, sus jóvenes promotores de salud, su educación, cuya principal orientación está en el humanismo y la dialéctica y, sobre todo, donde la palabra se redime y recobra su poder antológico y universal. Aquí la palabra redime el canto de los dioses. Aquí se vive otra alegría y se percibe otra esperanza. Aquí la algarabía de los niños y niñas, representa otra generación de seres más libres y más concientes, prueba insoslayable de esa grandeza, en equilibrio con la madre y el todo, para germinar, como ya lo anticipaba la profecía del jaguar, entramada entre astros. Germinando en los más pequeños, los más olvidados, los más primeros: los guardianes de la dignidad.
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