Monday, December 19, 2011

Y me dijo: “Adiós Papá”.
José Cruz Álvarez.

La temperatura de esa tarde noche hacía temblar a más de dos, mientras esperábamos Cristina y yo el inicio del programa. Un embutido de fuego nos congregaba a su entorno, como rito primario en aquellas noches de sorpresa y volcanes, misterio y sobrevivencia. Algo flotaba en el ambiente en la Casa de la Cultura Obrera de Tijuana, este Diciembre apenas empezado, a treinta meses de esta tragedia, hacía que el frío fuese un tanto más cordial, menos incisivo. Las chamarras y abrigos recubrían ese sentimiento de respeto y silencio, ese agridulce espasmo de solidaridad anticipada. Como el reconocimiento que del fuego y del viento se hace sin ser solicitado. Este frio esquivo se mecía entre lo más sensible del ser: la solidaridad en las alas de lo inefable; ceremonial que nos hermanaba a ese mismo camino de múltiples regazos y dolores, somnolientos bermellones. Las tazas de café se ofrendaban a la quietud de la noche. Pasaban de mano en mano como el cáliz nocturnal de las ausencias.
Enmarcados, o mejor dicho: cobijados por la palabra justicia y dentro de ella las 49 fotografías de aquellos niños y niñas cuya existencia fue prematura e irresponsablemente segadas en el incendio de la guardería ABC de la ciudad de Hermosillo, Sonora. Cuatro padres de familia (Dos padres y dos madres) compartían sus aventuras, venturas y desventuras en su bregar por esos vericuetos nauseabundos de nuestro sistema judicial. Algunos tomaron la palabra, con su manojo de silencios, para compartir su viacrucis y significativos triunfos, innegables a la luz de lo irreparable. Herida de luz, punto de apoyo para caminar junto con otros dolores en sus andares. Había en sus miradas un mismo brillo que no se cansaba de brillar, de preguntar el porqué del dolor padre entre todos los dolores, un mismo brillo compartido con otras miradas cansadas de mirar, pero con el ansia de ver, con la rabia como tizón dentro de su misma tristeza.
Era inevitable sentirse tocados por el dolor ajeno, ahora tan propio, tan cercano y quemante. Era como si el frio cubriera esas heridas que florecen cada noche como medio de invocación, como medio de comunicarse con lo omnisciente e infinito, eso que no muere y no se resigna a morir de olvido.
La presentación del libro de Diego Osorno: “Nosotros somos los culpables” con el prólogo de Ricardo Rocha, se vendió a un precio verdaderamente módico (cien pesos). Documento en el que se señalan puntualmente los testimonios de 500 personajes directamente involucrados en estos perversos acontecimientos y cuyas utilidades serán destinadas en cabalidad a financiar este movimiento Ciudadano por la Justica 5 de Junio A.C. Movimiento que ha recibido la solidaridad nacional e internacional de personalidades e instituciones y que en su dolor han logrado impulsar la Ley conocida como ley del 5 de Junio. La primera en su género y producida en los avatares de esta lucha. Lo que en sí representa un logro significativo en este rubro. Ley que se fue gestando y evolucionando al ritmo de denuncias, marchas dentro y fuera del Estado de Sonora, ley que emergió entre mentiras y engaños para erigirse como ofrenda a la memoria de sus hijos y sus hijas, para evitar que tragedias como esta, producto de un deseo privatizador, mezquino e indolente, patrimonio de una oligarquía que finca su razón de ser en la inmoralidad y el manejo oportuno y a discreción de eso que llaman ley.
José Francisco García Quintana, Presidente de esta organización, detallaba el cúmulo de citas, retrasos, manipulaciones, presiones y mentiras del aparato del Estado, para deslegitimar y poner todo tipo de trabas a la consolidación en sus respectivas instancias de esta ley.
Un rasgo que se repite en este bregar por la lucha de mejores espacios para la dignidad y justicia en México fue la asistencia de un padre, Oscar Montaño, quién vino desde Ensenada para apoyar a los padres de los menores calcinados y heridos en la guardería ABC , para compartir su propio dolor, el de haber perdido a su hijo en medio de violentas y nunca aclaradas circunstancias. Así mismo su participación en la marcha organizada por el poeta Javier Sicilia rumbo a ciudad Juárez, donde encontró eso que ahora encontraba frente a otros seres con la misma herida e estigma en el alma. La presentación solidaria de un compañero minero de Cananea, el cual a nombre de sus compañeros ofreció apoyo moral y de otro tipo a este movimiento ciudadano. Los que hablaron con palabras de diversas tonalidades pero con la misma melodía del sentir compartido. “Qué manera de involucrarse en un movimiento para exigir justicia frente a frente con el aparato del Estado, sino el dolor, la rabia y la dignidad; al igual que a Rosario Ibarra de Piedra, Las Madres de la Plaza de Mayo de Argentina, el mismo compañero Javier Sicilia y tantos otros de los otros, los de a pie, los de la Prole (con mayúscula) los más olvidados y en el sureste los más chiquitos, los que no caben en su grandeza, unos y otros, posesos del desengaño y el atrevimiento colosal de reaccionar contra el olvido, el asesinato y puntos intermedios”.
Este movimiento por la justicia 5 de Junio, se erige bajo un santo recuerdo. La ignominia que encontraron por parte del Estado. La solidaridad que encontraron en su viaje a lo insólito y trascendente. La porfía, esa digna porfía cuya savia sorbe del más claro manantial que posee el ser humano: la inocencia. Esa cualidad que es al mismo tiempo el alma de Dios. Este movimiento en su dolor y bregar han sabido distinguir y valorar al verdadero amigo del cínico y perverso. Han encontrado el abrazo que habla el lenguaje de la sangre. Es un movimiento de padres y madres tocados por el siniestro relámpago de un sistema basado en el egoísmo y atesoramiento. Tótems a cuyo sacrificio se ofrenda el alma y se enturbia el futuro. El movimiento 5 de Junio responde con rabia, con digna rabia a su momento, a su gloria y dolor. Incide, en un acto de glorificar la memoria de sus inocentes hijos, en un movimiento que hace honor a su nombre, pues mueve esas pesadas y anquilosadas magmas de conciencias e instituciones. Logra modificaciones legales, que evitarán en lo posible siniestros como este, donde la voracidad empresarial se antepone a toda norma ética y legal, vuelva a repetirse. Este movimiento entiende que hay muchos otros dolores y olvidos, que hay otras manos que ayudan a levantarse, que la dignidad no se extingue tan fácil, como los facinerosos miembros de nuestra clase política imaginan. Que son muchos los dolores cargados de ese dolor, dolor entre los dolores, dolor que abrasa el alma, pero que en medio de su tormenta se transforma en faro iluminando tantas sombras pintarrajeadas de oscuridades.

1 comment:

Modesto Herrera said...

Sentida crónica Waldo; gracias por la misma y comparto tus puntos de vista.
Un abrazo