Yo canto las pinturas del libro, lo voy desplegando,
soy cual florido papagayo, mucho de lo que hablo,
en el interior de las casa de las pinturas.
lo sabemos porque lo leyeron los abuelos y los abuelos
vinieron de donde vinieron todas las distancias.
Cantares Mexicanos
Uno y Dos
Ahí donde mora el silencio
y los murmullos cuidan de su cauda, lanzo el anzuelo,
para pescar a plenitud lo que me corresponde de regalías,
la luz que sostiene los prodigios del maíz,
conjunción de las primeras aguas, la primer chispa
y el soplo de lo inconmensurable, aún sin existir en sus catacumbas.
Con un manojo de silencios debidamente macerados en el tepalcate.
Palabras murmullo en el ímpetu del guerrero, apenas perceptible: chispa saltarina
en el laberinto del universo fantasma, apretujado de inexistencias
y amplias periferias
donde aparecería radiante: la muerte y su consorte de vida.
Tres y cuatro
Lo eterno, aún en su cesta de mimbre y navegante de río
en el cuerpo satinado de lo que inmensamente no existía.
Navegaba en el caos divino y su danza de fertilidad
con música y mascara de soles: el milagro del primer verbo.
La palabra florida,, sus glifos, la historia de los caracoles
su recorrido en la espiral de las flores.
El canto de los grafemas en el desierto de las oquedades,
trenzadas en el halo de lo que un día sería Divino.
Entre cantares y largas travesías
se aprendió este canto en la escuela del Calmecac.
Se aprendió el arte de hacer cantar a la roca;
El ágora matutina de la profecía.
El martillo y el cincel nos ayudaron a crear los primeros Dioses,
sus cantos, sus cantares: “La leyenda de los soles”.
Como perseverar ante la voracidad de los tiempos.
Como ofrendar sus colores a la luz del nuevo día
y en cada lectura llenar de flores y cantos al lector.
Epopeya literaria de los abuelos
cincelar Dioses en forma de palabra.
En su lectura levantar santa danza de artificios,, otredades
y en los siete cielos su creación.
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