La mortaja segura, la que escapa de los vientos
y los chispazos concupiscentes,
se encuentran por el sendero de los bejucos sagrados,
con los que se construyen nuevos vendavales.,
Amores de irónica sorpresa.
Teas ardiendo de artilugios
entre los escombros de una desventura
que un día fue tributo a los huracanes.
Tengo en un puño la diamantina de tu recuerdo.
para soplarla en noche de luna hermana.
Bajo la pirotecnia de sus destellos. Soplo
y apareces justo en la mitad de mi muerte,
en medio de una batalla de espinas en el desierto.
Entonces entiendo por vez primera
en mis siete direcciones.
Lo impecable que ensombra el lado bueno del precipicio,
hasta volverse con avena y luz brebaje del cielo
(en un cocimiento con todos los tiempos)
De donde los dioses beberán sagrada pócima.
Para poder, en una ligera ensoñación,
sentirse por vez primera ,,, hombres.
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