Quiero ahogarme en tus besos brujos.
Cubrirme con el rocío que se desprende de tus labios,
cuando el equinoccio de las flores
escarba hondo el centro del alma.
Quiero desquebrajar un día cualquiera mi propia ruta,
para adentrarme en tus mares, para remar como esclavo,
a la proa de tus hechizos;
escuchando el canto de la muerte
antes de ser vencida por su propia muerte.
Quiero descifrar largo anecdotario de calles, avenidas,
luces y destellos,
para convencerme de que los cristales que recogía
en esos mares eran lágrimas de una virgen que no existía.
Apuré la copa del vino, con algunos refranes de amor,
con la vigilia bajo el brazo
y un salvoconducto a los vendavales que seguían mis pasos.
Quiero precisar con un beso amoratado.
y mi deseo que cabalga brioso.
(Bajo una luna que sirve de faro
a los insectos que cantan bajo la hojarasca)
Que continuo en una espera que se teje y desteje
en un pedazo del cielo.
Quiero rejuntar las hojas del limonero
pegarlas a mi pecho
y amortajen el dolor de las barandas.
Para que la vida se descuelgue generosa
del zaguán de mi azotea,
quemando un cacho del viento del norte
con fusta y bajo una estrella negra.
Quiero escribir lo que no llega todavía,
lo que se intuye como rumor de un mar embravecido,
lo que tarda en amanecer de un día domingo,
bajo las cestas de mimbre y sudores de alquitrán.
Alguna vez, confieso, he arado
por las rutas que dejaron las gotas de lluvia
en mi ventana, la que da de frente al balcón
de tu sonrisa, solo para ver lo que tus manos
movían como invisibles turbulencias y sonajas celestiales.
He rejuntado de varios diccionarios los mejores silencios,
los que rutilan las mejores sorpresas,
sonrisas de cristales y versos de Alejandría;
solo para armar un lecho de amores, donde los cielos se canten
con un infierno de dichas.
Así por la misma plazuela, bajo el reacomodo de las aves en sus nidos,
rejunto lo que resta de tu aroma en los diáfanos arrabales.
Deambulo entre peregrinos que van a ninguna parte.
Perdido entre las lisonjas y limosnas a una sombra oculta.
Qué ardides, como estandartes en el cielo
entre noches bohemias con pan de trigo?
Cuántos cielos de tu cuello cuelgan
para interpretar el mundo de las lagartos?
Vuelvo, como cada noche en un claro ensoñar
a seguir la ruta de la luna
que indiferente y con su anafre bajo sus holanes,
cuida de las brazas que saben del deshielo de mis labios.
Con un ramito de luciérnagas ilumino
mi propio capitulo sin concluir.
Lo guardo bajo la almohada para evitar extravíos,
para que ilumine mi sueño de regreso,
mi sueño araucano, el que garabatea donde los aguaceros
alimentan tu raíz más profunda,
la que enciende el medallón de Dios.
1 comment:
No te había leido este poema Waldo, o al menos no me acordaba de él. Me gustó a quello de haber recopilado en todos los diccionaios la palabra del silencio. Felicidades amigo, como siempre tus letras me conducen a estados de magia y ensueño por un universo diferente.
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